En junio del año 2011, gracias a la asombrosa sincronía de la vida conocí a Yuri Dayana Monroy Loaiza, una niña muy graciosa, de doce años, simpática y bromista. Como todas las personas que aparecen en nuestra existencia, Yuri llegó con una inimaginable misión. En una visita que realicé en familia al Instituto Nacional de Cancerología, se dió el encuentro, aunque duró muy poco, su chispa y ocurrencias me cautivaron.
En una de nuestras charlas me contó que uno de sus sueños era montar en globo, desafortunadamente por restricción medica ella no podía hacerlo pues por la altura podría afectarla. No obstante, su mayor ilusión era crear una Fundación para niños diagnosticados con el fin de, según Yuri, “llenar de mucho amor a todos los niños que como yo sufrimos de una enfermedad tan fuerte como lo es el cáncer”, pero por su corta edad era difícil que ella lo lograra, fue por eso que ella me pide que le cumpla su tan anhelado Sueño.